¿Qué tipo de libro es este libro de Iuso?
Perfectamente podríamos pensar la obra de Guillermo Iuso como manual de historia contemporánea: ¿qué historias no entran en la Historia?
¿Qué género literario transita? Dadas las pretensiones performáticas de Iuso,
lo recomendable tal vez sería averiguarlo.
¿Es un manual de instrucciones?
¿Una novela? Su desarrollo en el tiempo y el mundo interior del protagonista así lo sugieren.
¿Un panfleto político? No creo que sea su intención (pero las intenciones no importan).
¿Bloc de notas personales? Nadie se toma tanto trabajo.
¿Libro de Arte?
(¿Solo un libro de arte?)
El observador entrenado, para dilucidar algunas de estas cuestiones, haría el siguiente desglose:
El asunto del Placer
Allí está, nuevamente, como su conflicto fundante, el enfrentamiento entre Principio de Placer y Principio de Realidad (v. g. Guillermo Iuso: «el dinero deja de fluir por debajo del la puerta», momento culminante y donde comienza su propia versión del Hecho Traumático). La interrupción del sueño por la necesidad del trabajo, descendiendo hacia una economía del deseo. Irreductibilidad del deseo, que se hace visible, contabilidad neurótica mediante. Tabú del que sólo esta exenta La Política.
Su infinito recuento es un relato de alienación y barbarie. La tensión y el relato sexual no son sino la más certera afirmación de este conflicto. Libertad y felicidad versus civilización y sociedad. La pulsión erótica es el principal antagonista de la economía ligada al trabajo y al consumo.
El registro minucioso del consumo (el fascismo en el cuerpo), está lejos de ser un relato personal de sus excesos, es una metáfora universal.
Dando cuenta en el proceso de la infinita complejidad de las relaciones de producción existentes, la enumeración compulsiva de Guillermo Iuso es un intento sin retorno de construirse (construirnos) como individuos. Verbaliza lo que habitualmente no se nombra. Construye el relato personal como ideología. Según Marcuse, el ejercicio de la memoria «no es tan valioso por su valor instrumental y terapéutico, como por tener la especifica función de guardar y reservar promesas y facultades que son traicionadas por el hombre maduro y civilizado»[1].
La contabilidad del artista es entonces lo abyecto. Su tránsito por la memoria es su mecanismo de liberación.
Conservar el relato privado, casi como secreto de estado, sería contrario al proyecto de libertad personal opuesto a la línea civilizatoria. La manifestación pública de la sexualidad es esencialmente antisocial, y la destructividad es la manifestación de instintos básicos contrarios a la idea de civilización.
El asunto del Cuerpo
Su propio cuerpo se convierte en su campo de batalla: sus obras ¿son propaganda de guerra? (tipo de comunicación persuasiva altamente especializada). «El uso planificado de propaganda y otras acciones orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos (enemigos, neutrales y amigos) de tal modo que apoyen el cumplimiento de fines y objetivos determinados»[2]. El objetivo primario de dicha propaganda, en general infectada de información falsa y simuladora, es mantener al observador alejado de la Verdad. El emisor, el propagandista, no necesariamente recurre a la falsedad, sino que utiliza variaciones y pliegues del lenguaje llenos de subjetividad.
Esta técnica requiere que únicamente la subjetividad del emisor sea comunicable.
La propaganda de guerra solo puede conseguirse con pura ficción. La propaganda tiene una gran utilidad en un conflicto, pues no solo lo militar asegura la supremacía en la batalla: «el dominio de corazones y mentes es la continuación de la propia guerra»[3].
Es en este sentido; sus obras son ficcionales. Verosímiles, pero ficciones al fin.
El asunto de la Técnica
Desde sus primeras obras, Iuso nos advierte de sus intenciones. Sus equipos de audio (dibujos hechos con birome y marcadores de colores sobre hojas de papel escolar) nos alertan acerca del dominio de la técnica sobre la obra: para hablar de música, hablamos de su intermediación tecnológica.
La construcción del fetiche, ya no referida a la composición musical (¿por su condición abstracta?) se encuentra en el dispositivo técnico: «¿Es el potencial de la técnica alienante o nos ayuda a ser más humanos?»[4]. Como si ni siquiera estuviera planteado el tema de la reproducción masiva: la música está ausente. Solo el dispositivo tecnológico de reproducción. ¿O acaso lo único importante es el dibujo mismo, una suerte de reescritura personal de esos aparatos, en tanto símbolos?, ¿o es el deseo inconmensurable de su posesión lo que nos atrae?
Las obras incluidas en las series Iuso/Iusismo formalmente tienen un extraño parecido a sus equipos de música (todo es tecnología, al final de cuentas, parece decir el artista). Especie de collages (o anti), fotos personales (de su historia familiar y sentimental), interminables y minuciosas listas (contabilidades y enumeraciones) escritas a mano, objetos de la vida familiar intervenidos con escritura realizada con Plasticola de colores.
El shock evocador del proceso fotográfico de estas fotografías usadas por el artista nos genera una duda radical: ¿existe Iuso o es un personaje creado por Iuso?
El punto de ruptura es cuando utiliza objetos familiares (¡la bandeja de su madre! ¿habrá comido infinidad de veces de esa bandeja?) especie de punctum/herida/duelo/sutura o el capó de un auto, detritus industriales de su propia vida, objetos que ha consumido y han quedado en la obsolescencia material y sentimental, fermentadores (agentes catalíticos que provocan o aceleran la descomposición de sustancias en cantidades relativamente grandes), en este caso de su memoria o de su condición social.
Si el arte habitualmente trabaja con signos que aluden a un referente, Iuso nos trae el referente mismo.
Estructuradas estas piezas como relato personal, utiliza las técnicas cinematográficas de la modernidad, montaje y elipsis, para hacer avanzar o retroceder el relato. Pero a diferencia del cine, se puede ir de una a otra sin necesidad de la lectura lineal temporal, una a continuación de la otra.
Así pone en duda el concepto dominante de la historia como continuum, como flujo ininterrumpido hacia adelante, hacia la idea de progreso. La obra se torna rizoma.
Altera lo establecido acerca del flujo temporal del relato, acerca de lo que sabe el espectador sobre este objeto, pero deja para el espectador la posibilidad de ensamble de la temporalidad del relato.
En su Libro con respecto a ella (dibujos sobre papel) sus obras-burbujas de pensamiento-emociones, puestas al azar, ofrecen al espectador la posibilidad de leer en forma aleatoria el devenir de una historia de amor. ¿Qué placer, qué deseo más arrebatador que poder ir contra la ley natural de la flecha del tiempo?, porque ese es el verdadero enemigo de la gratificación humana, la finitud del tiempo. Para poder realizar acabadamente el proceso de liberación humana, Iuso encara la lucha contra el tiempo. Poder ir contra la probabilidad del «pude haberle dicho», «pude haberlo hecho distinto», la inevitabilidad de la decisión. La irreversibilidad de la decisión.
La posibilidad de alterar la sucesión de acontecimientos, sincronía mediante, nos deja no obstante frente a esas emociones inevitables: la interminable posibilidad de variaciones, combinaciones y permutaciones no esconden el nombre de ningún final feliz. La vida, parece decir el artista, escapa a nuestras ilusiones.
El asunto del Lenguaje
¿Y por qué no escrito a máquina?, es el primer interrogante. Iuso escribe a mano y en colores. Dibuja las palabras como si el lenguaje fuera la cosa misma, una especie de lengua adánica (artefacto adánico, en todo caso). El texto se torna aurático, al hacer material la palabra, al darle materialidad a los significantes, como si quisiera recuperar para sí el control de la técnica de la escritura, no dejarla librada al significado de las palabras; contraria a la idea democratizadora que implica la reproductibilidad técnica.
Contrapesa el karma antiaurático de la Fotografía, de sus objetos de consumo intervenidos, con toneladas de karma de escritura manual, espesa, voluminosa; la vuelve pictórica a veces, escultórica la mayoría, disputando a la mismísima teoría del lenguaje sus conceptos de inmaterialidad.
Este procedimiento deja para solo el artista el proceso de la escritura, eliminando la posibilidad de incorporar a su obra el principio de la división del trabajo.
Elimina la posibilidad de la conjunción de lo múltiple (la fotografía) y lo único (su escritura adánica). Anula la posibilidad del original y su copia, el eco de lo irrepetible de una lejanía. [ADVERTENCIA al comprador: lo que usted está por adquirir es un objeto radicalmente distinto a la obra de Guillermo Iuso.]
Su escritura no hace referencia a ningún acontecimiento pasado o por venir: es el acontecimiento mismo. Forma y contenido son la misma cosa. Y así, no hay traducción posible a la obra de Iuso. La traducción se vuelve doblemente imposible.
La obra de Iuso es una operación política compleja: durante años se ha afirmado la necesidad de llevar a cabo la liberación del lenguaje, de la forma (menos es más), expandir su posibilidad de multiplicación y reproducción en tanto instrumento de producción. Multiplicar su capacidad de generar sentido, eliminando lo superfluo.
Guillermo Iuso vuelve ornamento al lenguaje. Si era necesario eliminar lo que no cumplía ninguna función, el artista recupera para sí la función de nombrar las cosas a través de su propio lenguaje, con su propia sintaxis y su vocabulario (según dicen, de esto se trataría el arte), como queriendo escapar a la estandarización de la lengua, generando así un nuevo sentido a sus palabras.
Niega a la fotografía como imagen múltiple y afirma a las palabras como imagen.
El asunto del Amor
Lo sorprendente es la manera en que Iuso hace referencia continua al amor: como un lugar en peligro por la razón instrumental. Amor es riesgo, parece su contrapropuesta.
La contabilidad de nuevo presente (hace evaluaciones, adjudica puntajes, impone porcentajes). «El drama amoroso es la experiencia más clara del conflicto entre la identidad y la diferencia» y «decidir, sobre todo de manera unilateral, el fin de un amor es siempre un desastre»[5].
Pero el observador posiblemente se equivoque, y tal vez sea todo más sencillo. Un relato de descenso y redención. Mostrarse frágil. Buscar el amor y perderlo. Volverlo a encontrar y ser amado.
Y ya está.
¿Qué más?
[1] Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010.
[2] William E. Daugherty, A Psychological Warfare Casebook, Baltimore, Johns Hopkins Press, 1968.
[3] Ignacio Ramonet, Propagandas Silenciosas, Caracas, Fundación Editorial el Perro y la Rana, 2007.
[4] Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 1997.
[5] Alain Badiou, Elogio del Amor, Madrid, Flammarion, 2010.