I
«…me mantengo como una araña sagrada, sobre los principales hilos ya surgidos de mi espíritu, y con ayuda de los cuales tejeré en los puntos de encuentro maravillosos encajes, que adivino, y que existen ya en el seno de la Belleza.» (StèphaneMallarmé, carta a ThéodoreAubanel) 28 de julio de 1866
En la práctica misma de dos artistas que llevan a cabo una tarea de colaboración, aparece la posibilidad de la despersonalización, de la deriva de la individualidad y de la pérdida de la identidad.
El trabajo sobre una única obra supone la imposibilidad de diferenciar los estilos, las decisiones tomadas, en fin, los límites que nos unen y nos separan de los demás: esos límites que hacen que haya un yo y otro, un mío y un tuyo, etc. De hecho, en la idea misma de “trabajo” aparece la pérdida del yo. Estamos tan acostumbrados a debatir el lugar exacto donde se aloja el genio creador que a veces olvidamos que todo trabajo supone un nosotros, una comunidad, una sociedad productora de materiales y de sentidos…
La “sociedad” Chiachio-Giannone supone la puesta en cuestión de todas las categorías mencionadas: la de trabajo y la de obra, el yo y el otro, el lugar de lo comunitario en la obra, etcétera. Es decir, se trata de una obra que desde sus materiales, desde su técnica y desde su oficio, traman una política visual: las labores.
Se trata de una pareja de artistas que hace un trabajo en colaboración y al hacerlo, disuelven sus nombres, técnicas y experiencias en una obra conjunta. La historia del arte tiene una lista bastante copiosa de esa colaboración en todos los campos de la práctica. Pero en cada caso se trata, obviamente, de un plan específico.
A este caso, a esta “sociedad”, podemos empezar a mirarla por acá: por donde ellos nos miran. El retrato posado mirando al espectador y, por cierto, interpelando su mirada. Comienza con una serie de autorretratos de ambos participantes bordados en telas de índole diversa.
Algunos son una tela lisa, algunos tienen el reverso forrado, algunos muestran los hilos del proceso de bordado… En fin, es como si exploraran una serie diversa de trabajar con el material. Lo que es constante en esas exploraciones es la figura, siempre central del matrimonio que se retrata y el lugar siempre inferior y privilegiado del perro en ese matrimonio.
Son una familia. La familia argentina; o quizás podríamos decir, la nueva familia argentina. El bordado de la tela construye una trama que, como dijo María Moreno en el catálogo de la muestra Bordatón (2012), “rehace la tela completamente[2]”.
Es decir, son una trama “sobreimpuesta” sobre la trama. Tanto es así que hay algunas obras que permiten ver el tipo y la textura de la trama sobre la que superpuso esta.
Dicho de otro modo, se trata de la representación de una familia bajo la idea de una trama que al mismo tiempo tiene una trama anterior dibujada, bosquejada o impresa sobre la que los Chiachio & Giannone, reconstruyen su propia idea de la tela y de la trama.
A esto también podríamos agregar: los retratos de esa nueva familia argentina, tienen como parte de su vestuario y su paisaje una serie de tópicos de la cultura latinoamericana y de la cultura gay. Es decir ponen en el centro de su observación las dos formas estereotipadas de la subcultura, de las culturas marginales, diferentes, subnormales, subdesarrolladas, antinaturales, alternativas, etc…
Chiachio & Giannone son, alternativamente, las coyas atrapados por la Latinoamérica exuberante y las locas sumergidas en un despliegue de erotismo soft gay. Alrededor del universo familiar de Chiachio & Giannone y de la domesticidad de la escena, aparecen papagayos, camalotes, ríos caudalosos desiertos, santos latinoamericanos; o su correlato, una serie de imágenes de hombre musculosos con torsos desnudos, pantalones cortos de jean, clasificables del mismo modo que aparecen en las prolijas ofertas de imágenes porno de Internet: bomberos, policías, all american cowboys, etc.
Ahora bien, el feminismo y otros movimientos sociales de diversos niveles (político, académico, institucional, etc.) ha llevado a cabo desde hace casi dos siglos una crítica feroz a esa estructura familiar jerárquica que Chiachio & Giannone representan.
Se trata de las imágenes de la represión, la fijación de modelos y la inflexibilidad de identidades más nuclear que han visto las sociedades. Desde Engels hasta el sufragismo, desde Levi Strauss hasta Simone De Beauvoir, la estructura de la familia y su división de las tareas es el pináculo de la crítica a la sociedad moderna.
Pocas experiencias en el arte contemporáneo lo hacen del modo en el que lo muestran Chiachio & Giannone. Ellos se disuelven hasta la indiferencia (en sus nombres, en su presentación social como artistas, en su arte) para mostrar una nueva cara de la conflictividad social. Son los primeros artistas post-gay.
Podrían compararse con Pierre et Gilles o aun con Gilbert and George, pero el paralelo es meramente prejuicioso, sostenido en la monomanía de una supuesta “tradición gay”, o algo por el estilo, que al verdadero arte no le importa mucho. Pierre et Gilles, por ejemplo, se confinaron cómodamente al universo de la pornografía, su público y su nicho (y, en ese sentido definen el espacio de la cultura gay hasta fines de los años 80). Chiachio & Giannone, inversamente, atacan el centro del debate social argentino y latinoamericano del presente.
En su caso ellos muestran algo ominoso del modo en el que la sociedad “incorpora” (digo, pone en el interior de su cuerpo, de su trama social) los vínculos eróticos o artísticos. Todos sabemos que detrás de la foto familiar, detrás del retrato doméstico acecha un universo de afectos, sentimientos, luchas por el espacio, vínculos económicos perversos, en fin la ideología del presente de esa relación; sus ilusiones y sus fracasos. Lo fantástico del retrato posado, como es el caso de los autorretratos (¿se debería decir las “selfies”?) de los Chiachio & Gianonne, es que nos permiten ver hasta qué punto se pueden poner en escena las ficciones familiares; o dicho de otro modo, estos retratos nos permiten ver hasta qué punto los vínculos más familiares que tenemos son siempre fantasmáticos, ficcionales, narrativos.
Ellos muestran esa complejidad en la trama y en el revés de la trama. Ellos entregan al espectador esa pérdida del cuerpo del individuo sumergido en la familia, hasta el punto tal que a veces se trata de un juego en el que hay que “descubrir” a los retratados en una maraña de hilos de colores que se destacan tanto como se funden en el paisaje que los contiene.
Pero también podríamos haber elegido entrar a su obra por el otro extremo. La erosión sobre el sistema de representación de “lo latinoamericano” y su espacio asignado en el mundo del arte contemporáneo como parte de una mirada piadosa y normalizada dirigida al subalterno.
En el otro extremo de la división del trabajo que se autoimpusieron, Chiachio & Giannone exhiben una serie de “peluches” (así se llaman) hechos de porcelana. Sin dudas se trata de la narración de los “otros” integrantes de la familia. Los papás creando juguetes para su prole que, como en el caso de las muñecas de Roberto Arlt en sus Aguafuertes porteñas[3], son tan frágiles, que no sirven para jugar. Son un puro objeto estético. Es decir están para que se vea su función mutilada, justamente para no ser mutilados.
Son objetos destinados al juego, pero si se les diera ese destino, es decir el juego, su fragilidad los haría desaparecer. De modo que son objetos sin salida. Quedaron atrapados entre su forma estética y su función social. Son, vistos desde toda perspectiva, imposibles. Es decir, la obra de Chiachio & Giannone explora siempre al material en una tensión extrema entre su función y su disolución (la docilidad maleable del hilo, hasta la rigidez frágil de la cerámica). Es notable que su obra se desarrolle en la misma época en la que la sociedad argentina (pero también toda la cultura moderna, a nivel global) se plantea si lo que para unos es la disolución de la familia, para otros y otras es la posibilidad de constituirla.
II
Pero el valor es el mejor matador, el valor que ataca: éste mata la muerte misma, pues dice: « ¿Era esto la vida? ¡Bien! ¡Otra vez! » F. Nietszche
Si tuviéramos que buscarle una historia o una genealogía al trabajo de Chiachio & Giannone, debería remontarse, por un lado, a la escuela de Arts and Crafts de Inglaterra, para subrayar, no solamente el lugar de la “manualidad” o de la destreza técnica (es decir de la educación de cuerpo) sino también porque en el trabajo de los trabajadores de las “labores” hay un contenido utópico. No es un dato marginal el hecho de que las Arts and Crafts inglesas tienen un poderoso origen socialista, pero también tienen una forma muy aguda de pronunciarse como una salida del victorianismo de la época. Todos sabemos que detrás de ese movimiento de estetización de la vida cotidiana en Inglaterra, antes del prerrafaelismo, obviamente están funcionando como secreto, en sordina, por el estado vergonzoso de su autor, los textos de teoría hiperesteticista de Oscar Wilde.
Es innegable que en la posibilidad utópica de que la vida privada de los “plebeyos” aparezca lo estético resuenan las frases de Wilde que exigen que uno sea o lleve puesta una obra de arte; o la relfexión general de que sólo la estetización total le da sentido a la vida.
Al repensar la modernización de las acciones, los espacios, y el valor de las acciones en la vida cotidiana inglesa moderna, el movimiento finisecular de Arts and Crafts puso en escena, del mismo modo que lo hacen Chiachio & Giannone, una zona de la vida privada que estaba vedada no sólo a la observación pública, sino al debate político (por lo pronto, el lugar de las mujeres y sus responsabilidades y derechos en el interior de la familia). Pero también porque Arts and Crafts es uno de los orígenes de Bauhaus.
Y es, quizás, desde el lugar de las mujeres en Bauhaus que podemos pensar el debate sobre los géneros en la obra de Chiachio & Giannone. Sea como fuere, es muy notable que, con muy pocas excepciones, las mujeres en la escuela Bauhaus, en general se dedicaran al tejido y/o a la cerámica.[4]
Pero también hay otro debate en el que la obra de Chiachio & Giannone desafía al observador y es su sobreimposición de un contenido “latinoamericano” sobre las imágenes que no son sino una apropiación de una cierta tradición regional que está incesantemente en estado de conflicto consigo misma. Por un lado un conflicto colonial entre el afuera y el adentro o lo de acá y lo de allá, que hace de la imagen de estas “locas”, unas coyitas exóticas para el turismo que busca lo “auténtico”; y por el otro lado la inmediata actitud frente al imperialismo mercantil que toma ese gesto para interiorizarlo y ponerlo en el lugar de lo secundario, de lo tardío, de lo que llega siempre tarde a la modernidad. Y por eso, justamente es auténtico: son honestos, porque son periféricos, subalternos y trabajan desde el lugar secundario desde donde trabaja, por ejemplo, una mujer. Una cosa, obviamente supone a la otra. La legitimidad de la imagen que se ofrece, aparece siempre para confirmar la superioridad jerárquica del observador que no es parte de ese sistema de producción y, por lo tanto, puede valorar en la imagen ofrecida su valor de “exótica” es decir, exterior a su propio “sistema”. No es casual que en esa lógica de lo interior/exterior de la obra, la otra zona que ocupan Chiachio y Giannone con su imaginario sea lo Oriental, es decir aquel otro espacio que en la cultura global es tan extravagante que se volvió exótico hasta para sí mismo y constituyó, igual que casi todas las culturas nombrables (es decir, ordenables y jerarquizables) de las primeras décadas del siglo XXI, su peculiaridad, su identidad y su experiencia en una mercancía.
Contra esta cristalización de los espacios sociales y sus tareas, Chiachio y Giannone proponen al ekeko, una pequeña pieza de porcelana, el material de la fragilidad, que es también imagen por antonomasia de la abundancia y el derroche en el estado más precario y frágil del capitalismo: la periferia total. Y esos ekekos (que por cierto, son autorretratos de los mismos ceramistas) constituyen la paradoja de ese capitalismo marginal y disfuncional, típico del sistema quebrado del intercambio de trabajo por dinero en las zonas menos desarrolladas del mundo: dicen que para que mágicamente aparezca la abundancia material, el gesto primero y necesario es el despojo y el gasto crédulo, ingenuo y esperanzado en una mercancía barata que pueda usarse como símbolo y talismán de la riqueza y de la posesión de bienes. El ekeko es un típico personaje del capitalismo periférico: un acumulador materialista sin sentido, sin uso.
Pero también invierten el valor de los objetos que tocan, observan y le dan al espectador. Toman al ekeko de la cultura popular incaica para devolverle un valor en la cultura urbana latinoamericana; toman el espacio de la interioridad de la familia y hacen de ese espacio un teatro para la observación, el juicio y la valoración y toman el trabajo por excelencia de lo femenino, su tiempo, sus valores, su sistema de producción y le dan un potencial revolucionario y crítico invirtiendo el estereotipo completamente.
No es casualidad que su primera obra conjunta haya sido la impresión dejada por ellos mismos bordada y pintada sobre un colchón matrimonial, como si se tratara de un sudario donde los usuarios del mismo colchón dejaron su marca impresa. No sólo hacen una exhibición de lo privado en público, sino también lo hacen con otra metonimia: el contenido mostrado por el continente; lo de arriba mostrado en lo de abajo, etcétera.
Y en ese sentido, la obra de Chiachio & Giannone también es una resignificación completa de la idea de trabajo en América Latina. Ya en la época colonial Gabriela Siracusano detecta la relación entre género, división del trabajo (aún en su estructura medieval) y vínculo entre artes mecánicas, conocimiento, familia y rechazo de la ideología del opresor. Y lo hace al observar que por un lado Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdéz en su Historia general y natural de las Indias, observa que hay hombres que se dedican a las artes del hilado (desafiando la convención ya existente en el siglo XVI), pero que, simultáneamente, el aprendizaje de las artes mecánicas no siempre está vinculado a la obediencia religiosa, política o ideológica[5].
Detrás de un trabajo de elaboración artesanal (los ekekos anuncian que lo que veremos es parte de la experiencia de la artesanía folklórica y lo folk es una de las formas que tomó elArts and Craftsen América, sobre todo en Estados Unidos.), Chiachio & Giannone nos observan mudos o espantados, con los ojos abiertos mirado a eso que miramos en el retrato familiar, a ese progreso en familia, a esa ideología, a esa trama hecha de pequeños hilitos pero que poco a poco se transforma en todo el universo, a esa especie de locura que es la vida conyugal y sus efectos más ácidos sobre nuestro cuerpo: lo ominoso. Una de las telas sobre las que está bordada una de las obras es una lona de camuflaje de guerra.
La imagen freudiana de lo siniestro que es al mismo tiempo lo familiar. Lo más cotidiano vuelto extrañeza. El límite y, al mismo tiempo, el centro de la experiencia social, mostrada en su revés: lo que hacen estos dos sujetos (hasta no hace mucho, estos dos pervertidos, estos dos repugnantes, estos dos degenerados) con el género. Imaginémoslo: Juntan hilitos, los ovillan, los hacen los comparan, los compran, van juntos a la fábrica de hilado, eligen las mejores calidades de bordado, evalúan ñandutí y manteles, juegan con sus perros y proveen para ellos, se reparten las tareas, miran pornografía, la coleccionan, etc…
En fin; es la familia argentina que nos observa. ¿No es acaso la familia el lugar del impudor máximo, el espacio del exhibicionismo extremo? Se la exhibe sin pudor porque no hay nada que pueda ocultarse de ella en nuestra sociedad, sus reglas son tan íntimas como severas y su modo de funcionamiento tan estricto como maleable. Eso es la familia, ahí está: los hilos dóciles entramados de una narración y la rigidez endeble de la porcelana.
Chiachio & Giannone nos lo muestran en una exposición como unos extraterrestres que llegan recién a la tierra y en sus ojos de tela nos miran del mismo modo que cuando el profeta vio hacia atrás y vio la vida.
¿Esto era la familia? ¿Esto era América Latina? ¿Esto era el matrimonio? Bien. Otra vez.
Nota final.
Es el año 2012. Voy a la muestra Bordatón en la calle Florida. Me encuentro con los artistas a quienes no conozco personalmente y me presento. Hablamos de cosas varias, entre ellas un comentario de elogio y admiración que me hizo el novelista americano David Leavitt sobre ellos. A lo que uno de los dos artistas me comenta: “Lo que más me interesó de haber leído a Leavitt es que fue el primer escritor que habló del mundo gay incorporándolo a un ambiente familiar.” Aha, pensé. Tomo nota.
[1] Una versión abreviada de este trabajo apareció en la Revista Sauna Año 2 Número 22. http://www.revistasauna.com.ar
[2] Moreno, María. Bordatón. Buenos Aires. Galería Ruth Benzacar, 2012
[3] Arlt, Roberto. “El taller de compostura de muñecas”, en Aguafuertes porteñas, Obra Completa, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1981
[4] Véase Müller, Ulrike y Radewaldt, Ingrid, Bauhaus Women. Art, Handicraft, Design. New York, Flammarion, 2009. Pero también es notable que la única representante en Argentina (como alumna y docente en diferentes épocas de la escuela Bauhaus, Grete Stern, fundara una sociedad artística y laboral junto a su colega Ellen Auerbachcuyo nombre artístico/comercial era Ringl+Pit. A su vez, esa pareja que desafiaba las convenciones de género y de división social de las tareas en cuanto al género, tenía como especialidad el retrato fotográfico. V. www.ringlandpit.com
[5] Fernández de Oviedo y Valdez a mediados del siglo XVI, refiriéndose a la zona serrana del Perú: “En toda aquella tierra hay officiales (sic) plateros, carpinteros, albañiles, pintores, que viven por ello: la lana hilan hombres e no mujeres porque hay officiales de hilar.”
La habilidad y el conocimiento de técnicas y materiales, anclados en una larga tradición indígena, eran parte de la respuesta a una pregunta que se hacía el Padre Acosta: “Cuál es la causa de que no habiendo aprendido de nosotros la fe, hayan aprendido sin embargo tantas otras cosas y tan difíciles que nunca antes las había oído…””
Siracusano, Gabriela. El poder de los colores. De lo material a lo simbólico en las prácticas culturales andinas. Siglos XVI- XVIII. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica, 2005.