El próximo jueves 9 y sábado 11 de Junio, Ruth Benzacar Galería de Arte presentará estas situaciones de participación de Sofía Durrieu, en el marco de NODO Circuito de Galerías.
Arco reflejo presenta un conjunto de esculturas performativas que proponen, median y articulan una serie de contactos muy específicos y regulados entre un operario y la persona que decide participar.
Incrustado entre la angostura ceremonial de las reglas a seguir y la premura de lo necesario, el contacto se verá así “desnaturalizado”. Sobrecargado de significación, se torna a la vez temido y anhelado, fijo y rizomático como un ideal lejano o un dios barroco, plegado sobre si mismo, inaccesible. La sensación de separación es entonces una certeza cabal.
Dirección y concepción: Sofía Durrieu
Intérpretes / performers: Felipe Alvarez Parisi, Denise Groesman, Jair Jesus Toledo.
Con entrada gratuita, hasta agotar la capacidad de la sala.
IMPORTANTE: Los tiempos de cada situación de participación varían según el dispositivo, pudiendo generar periodos de espera. Asimismo, esa espera no garantiza necesariamente la participación en la experiencia. En algunos artefactos podrían aparecer limitaciones para personas con movilidad reducida. La participación no es condición obligatoria para visitar la muestra.
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El dedo del mesías
Los resultados, esfuerzos y acciones conjuntas entre espectador activo, máquina y opera-rio son fundamentales para definir esta manifestación que nos propone Sofía Durrieu y acerca de la cual reflexiono en este texto, como un buen practicante, sumiso y manso.
Disponer nuestro cuerpo y mente a la relajación, dejada en manos de otra persona -o de una maquinaria- nos propone entregarnos a un lugar que desconocemos o que, por lo menos, no estamos acostumbrados a visitar. Si quizás lo practicamos, es más probable que sea en un espacio íntimo, privado, ciertamente no expositivo. Desarmar públicamente nuestra alma, que acorazada se guarda entre costillas, es como armar una velada sobre un mantel sin mesa. Todo a mano, a pie, a culo, pantorrilla, boca.
Una vez ya relajados, la deconstrucción emotiva se expresa de manera breve, concisa y precisa, al ser tocados sutilmente por herramientas de metal y por la voz publicitaria de quien te guía como en una casa de belleza, spa o confesionario. El futuro de la percepción aparece con existencial melancolía y goce, como si se desatornillara lentamente esa deformidad que entendemos como fe y se pusiera al servicio del cosmos. La fe se transforma en don y, dicha dádiva, nos hace ser únicos bajo la mirada pública que exige expresión.
Estas máquinas te dan demasiado, te aproximan a rincones mentales que perforan la membrana de lo real, haciendo correr sudores por lugares inhabituales, generando emociones donde nunca antes sentimos, resaltando nuestras virtudes en función de nuestro desarrollo humanitario. La máquina como sustituto del otro y el otro como manipulador de nuestras emociones.
La sumisión es ponerse bajo el orden del juicio, la decisión o los afectos de ese otro. En consecuencia, y como ejemplo, podemos pensar que todo cristiano debe someter-se a Dios sin cuestionarlo, acatando sus órdenes y enseñanzas, con el fin de llevar una vida en la fe. Tocar la mano de un Cristo yacente, su dedo, nos transporta a una realidad alternativa, nos trae de raíz lo que construimos como imagen de la compasión, de la entrega, del fervor.
A través de su representación, podemos estar con él por un momento: su dedo nos permite ser tocados y con esto, ser trasportados a relatos ancestrales que sugestivamente nos someten al misterio.
La experiencia es primaria, sintomática, está cargada de memoria. Es por eso que, por un momento, nos entregamos a ese pasado codificado, que resulta tan atrayente al hablarnos de humanidad cooperativa, materia, credo y representación. El deseo de conseguir eso que creemos necesitar -o eso que nos desespera porque se está perdiendo- nos conmueve sin compasión por nada. Es entonces en ese lugar, entre lo material, la palabra y lo mental, que se construye la fe. Una vibración sostenida a base de permanencias, verdades y realidades actuales que se enriquecen por la interferencia de quien nos trae junto al dedo redentor la posibilidad de abrir un canal, un umbral, un tiempo de prosperidad emotiva.
El sometimiento que propone Sofía con sus máquinas despertó en mí una delicada mal-
dad, quizás comparable a la violencia de sentirse seducido por un estafador del credo.
Carlos Herrera / Junio de 2022