Invitada por Ruth Benzacar Galería de Arte, Francisca Rey presenta su primera muestra individual, que se desplegará en la Sala 2 de la galería.
“Su discreto ejercicio del humor, a veces macabro, abre en cada imagen un camino de ingreso y una vez ahí, somos parte de un juego que no estaba previsto”, señala Héctor Maranesi, en el texto que acompaña a la muestra.
Hasta el 10 de Agosto de 2024
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“La vida es el centro frágil e inquieto que las formas no alcanzan”. Antonin Artaud
La paradoja es internarse en lo incierto sin esperar más que salir de allí con algo para crear. Un cierto tipo de goce que como tal no excluye dolor ni padecimiento. Es así el camino de algunos artistas.
Esto es apenas el prólogo:
Cuando Francisca crea avanza sobre su propia huella. Revisa sus marcas. Sabe que hay mucho detrás, algo que aún no ha encarnado y espera. Esta no será su única posesión. Sabe también que un hilo invisible la conecta con el mundo. Hablará, alguna vez, sobre un dolor sutil que conoce y reconoce en otros.
No hay, a pesar de ella, tela blanca, no hay objeto, no hay silencio. Los soportes son pantallas. Su instinto le provee de la voluntad necesaria para insistir y ver. En su práctica encuentra la guía hasta que configura la aparición con la que desplegar aquel trasfondo sobrecogedor y lo que fueron oscuridades devienen imágenes: los fantasmas viven entre nosotros. No puedo simplemente ignorar todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
Como toda historia supone un relato, el universo simbólico se va desplegando y nos permite ingresar en aquello que permanecía desconocido. La posibilidad que le ofrece y nos ofrece desde la ficción es vincularnos con lo inevitable, la memoria y el temor a lo imprevisible, y cierto humor de mueca torcida le permite constituir y compartir algo así como un espejo. Quizá esta sea la justificación de su oficio y de su práctica.
Ingresar, perdernos en su territorio, no es otra cosa que aventurarnos a ser llevados hasta lo que podamos ver, leer o descubrir, hasta lo que nuestro ánimo, nuestro ímpetu nos permita emprender. En qué lugar quedamos. No nos deja ser simples observadores, ni voyeurs deseantes de historias ajenas. Eso que descubrimos, eso que se devela, entre cada capa de pintura, tras cada pincelada, entre los barrotes de sus cunas, en los objetos que entre ellos emergen, nos interpela un paso más allá de la curiosidad. Es algo más que una historia ajena o un gesto extraño. El material que construye esta experiencia es vasto y muy preciso.
Con delicada insistencia conjuga un imaginario personal nutrido por distintos artistas visuales, históricos y contemporáneos, también del cine y la literatura que ha visitado tantas veces hasta apropiárselos y convertirlos en su vocabulario. Recurre también a esa caja de resonancia que es la inteligencia artificial, orquestando en el espacio liminal de la representación algo que no debiera estar allí.
Algo raro pasa. Hay algo que hace lo suficiente en cada imagen para involucrarnos. Estamos, en todo sentido, siendo parte de un acontecimiento. Miramos y somos observados, conocemos tanto como lo que ignoramos. Su discreto ejercicio del humor, a veces macabro, abre en cada imagen un camino de ingreso y una vez ahí, somos parte de un juego que no estaba previsto. Como en un sueño o en su versión exaltada, una pesadilla, somos parte de eso. No tenemos salida.
Héctor Maranesi