Pero acá, en esta muestra, el mito empieza en casa. Primero nos confrontan con un despliegue bordado en pañuelos con todos los nombres que alguna vez recibieron como dúo; son, entre otros, “los primeros artistas post-gay”, “la familia queer primaria” y “los madurones”. Estas clasificaciones hablan no de identidades definidas en una esencia, en las verdades inmutables del corazón, sino de un modo de ser que se expande y transforma con cada encuentro. Dan cuenta de las más diversas voces y de los juegos compartidos, desde una buscada agudeza curatorial hasta la picardía transgresora de tortas y maricas de lengua afilada. Todo tiene el encanto juguetón de una sonrisa sugerente, lejos de la terapia de shock modernista y de las carcajadas burlonas de una vanguardia que, por definición, se considera más viva que su público. Sus ademanes de tía para el humor son un detalle no menor porque anidan allí potentes intervenciones críticas.
exto curatorial