Ruth Benzacar Galería de Arte presenta la segunda muestra individual de Stella Ticera.
La artista tomará por primera vez la sala principal de la galería y estará acompañada con texto de Nancy Rojas.
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Desdoblado, invertido, ambivalente
“Este concepto [ambivalencia] es la traducción de un rechazo a trabajar con cualquier noción de jerarquía en el arte. Esto es lo que me permite transgredir la naturaleza de las cosas”.
Lygia Pape[1]
Por Nancy Rojas
En los tiempos actuales y desde la perspectiva de las emociones, la ambivalencia está socialmente relacionada con el conflicto ante lo que significaría abrazar la coexistencia de lo opuesto. En algunas sociedades ser “ambivalente” implica habitar la clandestinidad. Es decir, por no reivindicar la unidireccionalidad, la ambivalencia juega en el plano de lo inentendible, pese a que está cada vez más presente en los modos de producción de sentido de la vida cotidiana.
Pero paradójicamente, la ambivalencia construye espacialidad en la medida en que opera a favor del movimiento, inscribe su esencia en el intercambio de posiciones, en el cruzamiento de movilidades. Incluso, va más allá de la voluntad individual o colectiva convocando al desdoblamiento, a la sombra y, por ende, a entrenar la mirada en la oblicuidad.
La obra de Stella Ticera puede leerse, entre otras cosas, como una alegoría del paradigma “desdoblado, invertido, ambivalente”. En esa ecuación cíclica que dictamina que formar es igual a transformar, su lenguaje repara en la dimensión performativa de los materiales que utiliza, en el presagio de la colisión de lo fragmentario, en la fuerza del entramado y en la intuición como génesis de la invención. Las piezas aquí presentadas encarnan distintas instancias de negociación entre el adentro y el afuera, entre pulsión vertical y horizontal, entre lo poblado y lo vacío. Su mirada se corresponde con cierta impronta generacional que empuja a su lenguaje a generar afinidades insospechadas con la diagonal, como eje rector de perspectivas raras. Y no es casual en esta instancia donde la artista decide apostar a la convivencia de propuestas objetuales variadas. Sus dibujos de dimensiones expandidas realizados con tinta y lápiz dialogan con esculturas suspendidas hechas con lámparas de papel desarmadas, alambre, hilo y chapa y con un conjunto de videos en serie que registran acciones aparentemente similares: el movimiento de una lengua cuya prótesis es el mismo tipo de hilo utilizado en esos objetos colgantes que irrumpen en la sala.
Ante una realidad que nos conduce al espasmo permanente, al ahogo, aquí lo que parece importar es la propagación del aire que, además, juega a favor del magnetismo. En este sentido, la producción actual de Stella pareciera seguir la herencia de aquellos artistas que abogaron por la creación de espacios imantados, liberadores de ondas magnéticas que acercaban, reunían y atrapaban lo diferente promoviendo un diálogo somático entre distintas materialidades. Hablamos del legado del neoconcretismo latinoamericano, cuyas huellas siguen impactando, probablemente hoy más que antes, en la valoración de la fuerza de atracción y de la energía del amarre, propia del pensamiento textil.[2]
Desde sus primeros trabajos, la artista persevera en imágenes que vuelven a ahondar en las tensiones entre figuración y abstracción propias de los relatos visuales que han alimentado a la historia del arte. Sin embargo, hay una extrañeza en su obra que radica justamente en la capacidad de diseminación, de escape de lo preciso, y en cierta proximidad hacia el llamado principio de irrazón,[3] promotor de poéticas subterráneas, surreales. Poéticas que como se ve en los videos de Stella, valorizan al cuerpo, al tiempo y al acto como materia prima.
Murmullo es el título de esta exposición. Esta palabra resulta ser también una llave para hablar del repliegue sonoro, de los relatos hundidos en esas tramas enredadas que tal vez nunca se puedan desenmarañar. De un proceso de trabajo donde el dibujo como laboratorio gestor principal de las imágenes se vuelve elocuente para orientar la línea hacia la ondulación y la continuidad, pero también hacia la torcedura, capaz de evocar rastros de lo queer, como parte de una cultura que también descansa en la ambivalencia.
Vale la pena considerar la condición escénica de esta puesta expositiva, que hace del diseño espacial un aspecto necesario para clamar la idiosincrasia fantasmal del arte contemporáneo. Esa condición que habilita juegos dispersos entre lo real y lo imaginado a partir de la presencia imperial de la sombra. Aquí lo escénico habilita una experiencia de circulación siempre transicional, ya que no hay un único punto de vista. La idea del arte como máquina productora de un relato físicamente distante queda desplazada para promover una espacialidad supeditada a las vivencias corporales y, así, a lo sensorial como una forma clave del conocimiento.
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[1] “A arte de ver pelas frestas”, Márcio Doctors en conversación con Lygia Pape, O Globo, Segundo Caderno, Río de Janeiro, 7/2/1988. En: Lygia Pape, Espaço Imantado, San Pablo, Pinacoteca do Estado, 2012, pp. 373-375.
[2] Vale recordar que la primera exposición de Stella Ticera en esta galería justamente se tituló Imán, quedó inaugurada en marzo de 2022.
[3] Quentin Meillassoux define al principio de irrazón como aquel donde “nada tiene razón de ser y de seguir siendo tal como es, todo debe sin razón poder no ser y/o poder ser otro que el que es”. Quentin Meillassoux, “El principio de factualidad”, en: Después de la finitud: Ensayo sobre la necesidad de la contingencia, Buenos Aires, Caja Negra, 2015, p. 101.